Maestro, ¿dentro de ese mundo compartió con Héctor Lavoe?
Cómo no
¿Fueron compañeros de juerga?
No, nunca. Cada cual iba por su lado. Nunca vi a Héctor drogarse, ni él me vio a mí drogándome; sabíamos lo que estábamos haciendo, porque teníamos el falso orgullo de que no me vean. Y me iba donde gente, que supuestamente no me conocía, y con ellos hacía todas las barbaridades que había que hacer, al igual que Héctor con su gente.
¿Alguna vez habló con Héctor sobre ese tema?
Mucho. Al final de su vida o cercano a los finales ya había resuelto mi caso. Llevaba años alejado de la situación y él quería salir. Para esa época tenía mi compañía discográfica ya establecida: Coche Records, y él iba a mi oficina cada vez que llegaba a Puerto Rico. Yo era para él como su papá. Lo quería como un hijo. Y cada vez que hablábamos me decía: ‘Cheíto, ayúdame, quiero salir de esto’. Cuando él murió no consumía drogas. Estaba usando metadona para saciar las ganas de consumir. En eso vino la desgracia: se lanzó de un noveno piso. Murió libre de drogas, pero destrozado. La metadona le hizo mucho daño porque es peor que la heroína. Se te mete en los huesos y te crea otra dependencia. No es buena.
¿El Cheo Feliciano que vemos ahora es feliz?
Demasiado. La vida ha sido una universidad increíble en las altas y en las bajas, pero de todo he aprendido y creo que ahora estoy viviendo los mejores momentos de mi vida al lado de Socorro, mi Cocó, la mujer que me salvó del infierno de la heroína.
Cheo Feliciano habla de Hector Lavoe
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