De haber seguido con vida, el cantante de los cantantes, Héctor Lavoe, estaría hoy cumpliendo 62 años de existencia.
Nada mal le cayó a don Luis “Lucho” Pérez, el 30 de septiembre de 1946, la noticia de que el hijo que ese día le dio Francisca “Panchita” Martínez era un varón.
Lo que no sabía Pérez es que ese mismo bebé se transformaría, a la postre, en uno de las figuras más exitosas de la salsa y, de manera paralela, en un abanico de tragedias y de autodestrucción que bien podría ser comparado con la vida de una estrella de rock.
El pequeño Héctor Juan Pérez Martínez alimentaría desde el hogar y con la influencia musical de su abuelo, su padre y su madre, el talento innato que llevaba por dentro y que popularizaría bajo el nombre de Héctor Lavoe.
Sin embargo, su misma condición de humildad y su carácter, muchas veces sumiso, lo llevarían por un sendero de vicios que le robaron la vida el 29 de junio de 1993.
62 años desde aquel día en que el pequeño poblado puertorriqueño de Ponce recibiera a “el hombre que respiraba debajo del agua”, los melómanos del mundo recuerdan a esta lumbrera de uno de los ritmos más ricos del mundo.
Primeros pasos, primeros golpes
Héctor Lavoe comenzó a cultivar el gusto por la música desde la infancia. Chuíto el de Bayamón, Odilio González, Carlos Gardel y, especialmente, Daniel Santos, fueron las voces que lo cautivaron e hipnotizaron para seguir en eso de la música.
Al mismo tiempo que cultivó el gusto por la música, comenzó a sufrir los primeros de los golpes trágicos que serían el factor común de su vida. El más destacable de ellos fue la muerte de su madre cuando él era un niño.
Héctor no paró en su afán de conseguir la plenitud y la fama a través de la música, y por ello comenzó a cantar en reuniones y fiestas desde los 13 años.
Pese a que no era mucho lo que ganaba, el desánimo no le impidió continuar con sus pasiones.
En el Bronx
Pronto la idea de mudarse a Nueva York comenzó a ser la manía de Lavoe. En 1963, y contra la volunta de don “Lucho” llegó a esa ciudad junto con su hermana. Ambos se instalaron en un departamento del Bronx.
Sin nada que perder y mucho por lograr, Lavoe comenzó un largo peregrinaje que lo llevó a las manos de un jovencísimo Willie Colón y a Jhonny Pacheco, accionista de Fania Records. Fue este último quien lo invitó a la grabación del primer disco de Colón, El Malo, y de ese modo comenzó “el matrimonio feliz de la salsa”.
Con El Malo (1967) empezó la seguidilla de éxitos que acompañaron a Colón y a Lavoe durante varios años, secuencia que se vio complementada con The Hustler (1967), Cosa Nuestra (1970) y The Good, The Bad & The Ugly (1974), en el que participó Rubén Blades.
Pese a los triunfos, las adicciones de Lavoe obligarían a Colón a separarse de él en 1974.
“Yo soy el Cantante”
Con la orquesta de Willie Colón a su disposición, Lavoe se dispuso a grabar su primer disco como solista. Fue así como en 1975 salió al mercado La Voz.
Giras por varios países, discos de oro, más fama y más acceso a las drogas fueron las “gratificaciones” que recibió Lavoe con la publicación de ese disco, seguido por De ti Depende/ It’s up to you, en 1976, y Comedia en 1978, en donde apareció la interpretación más representativa de Lavoe, El Cantante, composición de Rubén Blades que, por pedido de Willie Colón, fue grabada con la voz de Héctor.
La pasión que Lavoe le imprimió a El Cantante radicaba, precisamente, en la identificación que éste sentía con la letra, es decir, la de un hombre que, pese a los triunfos logrados con la música, vivía a merced de las más bajas miserias humanas, e imbuido en el remolino de contradicciones que ello implicaba.
El salto al precipicio
La década de los años 80 cuando Héctor Lavoe marcó el frenético viaje hacia el fin, comenzando con la fractura de sus piernas por el salto que tuvo que dar desde la ventana de su apartamento debido a un incendio.
Desde ese momento, el nivel de la calidad de los conciertos de Lavoe comenzaron a descender y, por ende, su ánimo también.
El asesinato de su hijo, el de su suegra y los constantes pleitos con su esposa terminaron por sumir a Lavoe en una honda depresión, y el 26 de junio de 1988, abatido por la cancelación de un concierto debido a la ausencia de público en San Juan, Puerto Rico, saltó desde el noveno piso de un hotel. Del accidente sólo quedó la sombra del gran artista.
Su última presentación, el 2 de septiembre de 1990, confirmó el estado en el que se encontraba el artista. Ese día fue invitado a subir a la tarima del Meadowlands Arena de New Jersey en la que se encontraba Celia Cruz. Los acordes de Mi Gente comenzaron a sonar, pero Lavoe no pudo más que balbucear la letra.
De allí en adelante, las complicaciones producidas por el VIH (virus que contrajo, según afirman sus biógrafos y allegados, por su adicción a la heroína,) lo obligaron a recluirse en un pequeño apartamento, hasta que el 29 de junio de 1993 un ataque en el corazón apagaría para siempre su voz, hoy eterna, en el Memorial Hospital de Queens.
Aclamada y odiada
El estreno el año pasado de la película El Cantante, protagonizada por Marc Anthony y Jennifer López, levantó una polvareda entre los más acérrimos defensores de la memoria de Lavoe.
Para el público en general, el filme resultó atractivo por el alto nivel de drama que la caracterizó.
Sin embargo, sus fanáticos reprobaron de inmediato un trabajo que pretendió mostrar a un Lavoe entregado por completo a las drogas, sin mostrar un poco más de su lado humano. Entre gustos y colores, por supuesto.
Por: Correo del Caroní