Por Jorge L. Pérez / Jperez@elnuevodia.com
El viernes 30, Héctor Lavoe, conocido como el ‘Cantante de cantantes’ y el ‘Sonero de soneros’ en el mundo de la salsa y de la música latina en general, hubiese cumplido 65 años.
Pero desde que empezó a triunfar como cantante, primero con la orquesta de Willie Colón desde mediados de los años sesenta, y más tarde como solista, ya Lavoe había comenzado a emitir señales de que su talento venía acompañado de la personalidad volátil y desenfrenada que, por lo regular, no suele conducir a una feliz llegada a los albores de la vejez.
Así, el hombre que en determinado momento se convirtió en una superestrella de la música latina -su canción, “Periódico de ayer”, coronó durante cuatro meses el hit parade mexicano, por ejemplo-, ya para fines de los setenta estaba tambaleándose por las drogas.
Su rápido declive culminó el 29 de junio de 1993. Abandonado y sumido en la precariedad económica, murió a los 46 años de edad consumido por el sida.
Lavoe, cuyo verdadero nombre era Héctor Pérez y había nacido en Ponce, emigró a la Gran Manzana a los 17 años, y vivió una vida donde todo fue excesivo, excepto su duración: sus triunfos musicales, su imagen prototípica del galán salsero del Nueva York de los setenta… y su cantidad exagerada de tomentos, incluyendo la muerte de Héctor, Jr., su hijo de 17 años, al recibir un balazo accidental en un juego con un amigo en 1987.
“Era de los que, cuando lo veían a uno en un sitio, venía corriendo a abrazarlo a uno. Creo que yo lamenté su muerte hasta más que la del propio Héctor”, dijo el famoso dibujante e historiador de la salsa en Nueva York, Izzy Sanabria, refiriéndose al hijo de Lavoe.
Sanabria, quien saltó a la fama tanto como presentador en tarima de los conciertos de la Fania y, aún más, como creador de los pósters y carátulas de discos que hicieron historia en su epoca, editó de 1973 a 1985 la revista “Latin NY”, y fue en relación con esto último que él prefirió recordar lo que llamó “la personalidad complicada” del cantante.
“Esto pasó allá para 1977”, dijo Sanabria desde su residencia en Nueva York. “Yo estaba celebrando el quinto aniversario de mi revista con un baile que yo tiré en El Corso, un club que estaba en el East Side”.
“En tarima estaba Yomo Toro con su conjunto, cuando, de pronto, llegó Lavoe”.
“No lo invité porque esta era una época en la que Héctor llegaba tarde o no llegaba a sus propios conciertos”, explicó. “Por eso cantaba aquello de ‘yo no vengo tarde, es que ustedes llegan temprano’ ”.
“Pues esa noche Héctor se montó en la tarima… y se quedó con el sitio”.
A la postre, “se apeó de la tarima y vino caminando hacia mí bien suavecito y, con el dedo índice de su mano derecha, me dio dos golpes fuertes en el pecho y me dijo: “¿No me invitaste, ah?’. Entonces se viró, caminó tres o cuatro pasos, y se volvió a virar hacia mí y me dijo en inglés: ‘You didn’t think I would come, right?” (Creías que no iba a venir, ¿no?).
“Lo recuerdo como un tipo chistoso, vacilador”, prosiguió. “Pero, a pesar de que era así, chiquito y flaquito, no daba un paso atrás para nadie”.
El promotor e historiador musical Richie Viera recuerda otro aspecto de su personalidad.
“Él decía ‘They call me Héctor Lavoe, but I’m Héctor Pérez” (Me llaman Héctor Lavoe, pero soy Héctor Pérez)”, dijo.
“Es decir, él nunca supo quién era… nunca llegó a digerir lo que había hecho”, analizó. “Sí le gustaba lo que hacía, pero era algo natural en él. Él era pueblo, era calle…”.
Sin embargo, las drogas fueron el talón de Aquiles de Lavoe, quien trató de suicidarse en 1988 lanzándose desde su hotel después de un fallido concierto en Bayamón.
“La droga -la heroína- lo venció”, reconoció Sanabria. “Trató por todos los medios de salir de ella, pero no pudo. No tuvo el respaldo de su hogar… Si hubiera tenido una esposa con los pies en la tierra, estoy seguro de que hubiera podido hacerlo”.
No obstante, según Viera, aun en medio de su danza mortal con las drogas, Lavoe conservó una onza de dignidad.
“Él nunca metió a nadie en las drogas”, dijo. “Lo que él hacía lo hacía él solo, por su cuenta”.
¿Cuál es, pues, su legado?
“Él cruzó todas las fronteras”, dijo Sanabria. “Yo estoy en contacto con mucha gente de todo el mundo y solo sé lo que me han dicho otros cantantes con los que yo he hablado“, remachó, “y sé que él es el cantante más admirado por todos ellos”.




Ser sonero es algo así como un padecimiento socio-musical-poético que se adquiere de por vida, cuyo germen ha sido posible trazarlo a las prácticas musicales de comunidades marginadas, allá para mediados del Siglo 20 en la nación borinqueña. El sonero no nace, se hace. En círculos de salsa dura se considera que ser sonero es un estatus, un grado musical al que un cantante de música bailable llega luego de un proceso cantabiladista de bailes de marquesina, verbenas, graduaciones, fiestas patronales, festivales playeros, salas de concierto, tarimas de grandes estadios y la evaluación de pares y bailadores. El sonero es una criatura que se va gestando en las entrañas de alguien que quiere cantar las alegrías y las penas de la gente del barrio donde se formó. El sonero tiene que ser un tipo alerta a la realidad que le rodea y tiene que responder a ella desde una postura alentadora, positivista, agresiva-guapeadora y a la misma vez llena de humor callejero. No es fácil ser un sonero. Se puede tener todos los atributos antes mencionados pero si no se posee una habilidad dual de improvisación y el también doble vocabulario para expresarse en lo que se conoce como soneos, jamás se alcanzará ese estatus. El soneo es tanto una improvisación musical como una improvisación poética que requiere tanto vocabulario musical como literario. En el jazz la improvisación es una ciencia de estudio obligado para los instrumentistas y cantantes, que requiere conocimiento de la armonía, escalas, modos, y claro, la creatividad para combinar esos elementos de tal forma que reclute al oyente en el fenómeno de hacer música. El buen improvisador no se repite, cada frase que produce lo conduce al inicio de la próxima construyendo un pasaje nuevo cada vez que interpreta las partes de una canción.
